viernes, 11 de mayo de 2012

Hombres Tristes

El hombre de negocios se retira a su casa, viendo caer al pasar a las hojas del otoño.
El hombre de letras está en la cama con una mujer, sin nada más entre ellos que la pasión.
Un camionero, hastiado de su trabajo, maneja su vehículo hasta su destino.
El hombre de negocios observa a los indigentes que le piden dinero al pasar. Lo hace con el cabeza a gachas, avergonzado por ser en parte culpable de la situación.
El hombre de letras se viste, mientras la mujer lo observa, sonriendo, con esa mirada cómplice.
El camionero siente la carga de las horas, se siente cansado, sólo pensando en que con este trabajo alimenta a su familia. El hombre de negocios llega a la puerta de su casa, escucha con pesar la voz de un hombre, la risa de su mujer, y temiendo lo peor, entra.
El hombre de letras, alertado por el ruido, se apura en su accionar. La mujer corre a esconderse.
El camionero, dormido, continúa su trayecto, soñando con el pesar de su familia.
El hombre de negocios y el hombre de letras cruzan sus caminos, cruzan sus destinos. El corazón del hombre de negocios se parte.
El remordimiento del hombre de letras se agiganta, tal como el dolor del hombre de negocios.
En el camino del camionero, un joven de apenas 16 años, sólo tiene en la cabeza encontrarse con su novia, de la cual tanto tiempo estuvo enamorada.
El hombre de negocios se divorció, perdió su casa, y quedó sólo.
Lo último que vio el hombre de letras fue un aviso.
Lo último en lo que pensó el chico, fue en su novia.
Lo último que el camionero vio bajo la luz del sol, fue al joven atropellado.

Cuándo los destinos de hombres tristes se cruzan, no termina en felicidad.

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