miércoles, 23 de agosto de 2017

La timidez entre los árboles

 Caminando Buenos Aires con el cielo azul encadenado, condenado a enajenarse y a pensarse perdonado, razonando ser el deseo y deseando que la razón abandone su orgullo y vaya hacia la conciencia, obligándola a enfrentar la naturaleza, mujeres que se esquivan y se hablan en dadivas siendo altivas. Los humanos caminamos como hormigas, y nos relacionamos entre nosotros como los árboles, con timidez entre sus ramas, pero las raíces son las mismas, estamos juntos, somos uno, el amor es cosmos, el cosmos el polvo y alejamos a la verdad por más que esté inscrita y escrita en los corazones, tan cerca, pero tan lejos, dando vueltas en círculos ridículos deteniéndonos en puntos, avasallantes, buscando avallasarse, gritando en el silencio “¡ah! vayan a amarse” aunque amando los resultados no sonríen la Providencia.
 Amándolos, termino por amar dolor. Amarnos como amantes, aunque verlos desde arriba es amar a dos mareados. Pretender amar cada amalgama solo si amar sana. Si no, “sí” y “no”. Unidad es dualidad como sucesión de aquellos puntos, que infinito mediante hacen esa línea, que mitad de mitad con mitad mediante, y sucesivamente, me da el Círculo. Me da no.
 Soñando médanos enmudecido carente de mudas; lo mismo me da nada que nidos, nudos que nodos, nada que no ir, huir que quedar. ¡¿Y qué más da?! Si la totalidad está quemada.
  ¿Qué es más?
  Es más…
  ¿Qué es qué?
 Enloqueste en lo que estés, que éste estar burlesque es quemarse y verse arder, el ser se cercena en seres y cenas, deberes y penas, mujeres y nenas, poderes y venas, pero sólo ven a mí, oigamos Bellamy, o a un serafín o a un ser afín con el fin de lo enloquecer al fin o perecer de mil pareceres que tras mil amaneceres y mil y un anocheceres deben parecerte menesteres porque me negás, ese gas némesis… ¿qué sentís? ¿a dónde vas? ¿cómo pensás cuando no pensás? Pensar azar, asar pensar, matar al zar, alzar al ser.
 Cocido sabe mejor, conocido sabe peor; reconocidos nos fuimos al fondo y desconocidos fuimos todo menos nosotros.
 Los otros, los pocos locos no rotos devotos a sí mismos, atravesando el mundo como flechas dirigiendo a sí, y así yendo a todos lados, todas partes, al mismo tiempo: aquí y ahora, aceptando, agrietando al uróboros que ya no tiene hambre y extraña observar su cola, su sueño es ser Quetzatcoatl, matar con su veneno y cumplir con su destino, romper el cáscaron y responderle a Abraxas, abrazar las llamas ya, llamar a las brasas.

Somatizándonos, o matizándonos.