jueves, 10 de julio de 2014

Late Night Jazz

 Como en un encendedor gastado que solo brinda chispazos, el tiempo, la noche, el café, un cigarrillo que descansa y vuelve a incinerar, un saxo que suena por un pulmón que emite un grave y tenue sonido, componen ese gas que intenta dar una última llama más.
 Pensamiento. Sensación. Dos viejos amigos que por más que intenten no pueden mirarse a los ojos.  Muchas cosas pasaron.
 La luna y el sol discutiendo por ser el dueño de un alma que buscó entender, y que comprendió, o acaso sintió, lo falso de todo eso. ¿Ilusión? No, más que eso. ¿Realidad? Una carcajada.

 Y un poeta que se encuentra parado en el medio de dos caminos, de dos lados, de dos formas. Izquierda, derecha; atrás, adelante; entender, sentir. Vivir.
 Su taza de café lentamente se fue vaciando. Sin saber si estaba despierto o más dormido que antes, tragó otro sorbo, y otro, y otro. El último parecía nunca llegar, o quizá haya sido él quien no quería llegar.

 Pero siempre se llega.
 Un suceso conduce a otro siguiente, que le sucede, y éste sucede a otro. Uno, dos, tres. Uno y tres. Lejanía, pero siempre hay un hilo. Sin titiritero y sin ser marioneta, se siente conducido.
 Y la taza vacía al fin.                                                                               
 Comienzo y final, también lo han llamado alfa y omega. Una botella de un vino barato, de llena a vacía. Lo que comienza, termina, y si termina, alguna vez empezó. Lo real que tantos han buscado escapa la temporalidad, escapa a la presencia, escapa a la conciencia de saber que existe, o no.
 Arte o matemática. Uno más uno, siempre fue dos. Un cuadro puede que sea una ventana, quizá un espejo. Axioma. Yo. El ego que no entiende si para saber tiene que morir o agigantarse.

 Filosofía barata y noctámbula. En fin…