martes, 20 de agosto de 2013

Poema a la chica que espera

Hermoso y sufrido sol
¿qué has de esperar ahí?
mirando desde el cielo sin luz
una bomba que tú debes encender

Pequeña y delicada flor de hielo
¿Qué pasa en tu frágil corazón?
que de tanto esperar
seguro que no tarda en quemar.

Enciendes y apagas luces
Plantas semillas y arrancas raíces
Y sin darte cuenta
Das besos de muerte.

Y sin embargo te quiero
Y sin embargo te odio
¿Sentís el ardor?
No sé, amor, lo siento yo.

Y poco a poco
El frío de luces apagadas
Sabrá apagar las cansadas llamas
Y no querrás ver la oscuridad.

Altas mareas del sol, llenen sus bocas con él. El idiota…
Ya nada puedo hacer por él ¡Él se quemará! Mirando al sol…
Es esta la historia del que espera para despertar… Vámonos de aquí
        Luis Alberto Spinetta - A Starosta, el idiota

sábado, 3 de agosto de 2013

Noche de penas y existencialismos.

En la ciudad gris, en que todos son y no son nadie, veo caer la lluvia. ¿qué es todo esto? Mera ilusión de vivir, quizás eso. Pero no, esa respuesta no satisface, busco algo más.
Me encuentro caminando sin rumbo y sin camino en una ciudad sin cara, sin alma, pero sé que hay algo más.
Un color, vida. Calor que exhala mi corazón para vivir en este duro e inacabable invierno.
Caminando sin rumbo y con la mochila de mis penas te vi allí, brillando en la oscuridad. Quizás en ese instante fue en el que comenzó mi cuenta regresiva.
Oh, Maguita, perdón por darte esto. Perdóname por pretender vivir sólo con vos.
Vida en un mundo que carece ella, y por ello te busco, sin encontrarte, sin alcanzarte. ¿qué será lo que me impide y me atrofia? ¿qué será lo que me desvalija y me deja desnudo en este bosque oscuro, dónde lo único que importa sos vos, flor azul? ¿De qué me sirven mis ojos sin tan sólo cerrándolos soy capaz de verte?
Ya entiendo, y lo dijo aquel viejo zorro del desierto: “sólo se ve bien con el corazón, lo esencial, es invisible a los ojos”. ¡Oh, cuanta razón! Lamento tener que concluir también que sólo en soledad se vive, en aquellas noches en que el corazón abandona y deja de latir mi cuerpo se funde y soy, existo. Y existes.
Leo versos para intentar entenderme, y cada vez entiendo menos. Escribo versos para pensarte, y cada vez te pienso más.
“¡Inquisidora!” Escucho gritar desde mi pecho, aquel pobre y afortunado corazón. Afortunado de quererte y pobre por faltarle.
Y te veo sin mis ojos, y te escucho sin oirte, y me observo caer, esperando el impacto la caída, tu sentencia final que acabe con esto, y, Maguita, es en vano, ya que ilusa e ingenua vos me ves caminar mientras yo intento morir.
Y en esta ciudad de grises y de nadie, sos, y sos mi único color.