martes, 7 de junio de 2016

Sin título

 Se está haciendo rutina hablarnos desde el silencio, querernos en la distancia. Pero te vas caminando hacia Rodríguez Peña, mientras te observo a lo lejos sin mirarte, y cada paso tuyo te va alejando de mí, cruzando la avenida Callao, la misma de todos los días, que solía pertenecerme en cada metro, centímetro, pared y vereda, y sin embargo ahora te pertenece, por lo que ahora me escondo donde no pisas, y cada luz en el piso se apaga cuando yo paso, y las baldosas me abrazan cuando vuelvo a casa, ese pasaje descolorido por la nostalgia, con el sonido de las guitarras que ya no están aún retumbando en mi cabeza, las luces de los patrulleros siguiendo atentamente con su mirada mi caminar, y vos yéndote hacia Rodríguez Peña, y yo ahí, despojado de mí mismo, observo el Mordisquito (que a mí no me la vas a contar), y se va, luego el Picadero, los arboles pelados por el otoño y el crujir de las secas hojas, y también se va, y lentamente llego al final de mi triángulo, la voz de mi pensamiento se calla al escuchar el vigor mecanizado de los autos en la avenida que no duerme, y me mimetizo en esas noches en la que mi voz no se calla y soy yo el que no duerme cuando Corrientes descansa, hasta que llego al punto donde empieza y donde termina mi triángulo de un solo cateto, el otro es tuyo de un tiempo a esta parte, y para siempre. Y cuando llegas a Rodríguez Peña no te vuelvo a ver…