miércoles, 25 de noviembre de 2015

Brillo

 Es una de esas noche en las que hay magia en el aire. Camino con las manos en los bolsillo y no veo a nadie.

 Tan sólo observando y respirando sabes que algo acontece. El aire que entra por mi nariz se siente más fresco que de costumbre, hasta percibo el zigzageo que realiza entre mis vellos, y hay un particular brillo que abraza todo lo que es alcanzado por mis ojos. No es frecuente poder dar vida y alma a la materia con tan sólo prestar atención.

 Las estrellas están cambiando su curso, es sabida la hipersensibilidad que genera esto en las personas. Los sonidos del jazz saben a café acompañado de un gato negro, y porqué no, una ligera lluvia llamando a la ventana, o un cigarrillo en su defecto.

 Las energías se transmiten intensamente, la fragancia de la nostalgia es casa. Debes resistir la irrupción del azar, el caos y el orden responden a los mismos motivos, como el amor y el odio, o la vida y la muerte. Perfecta simbiosis se produce entre opuestos. Quizá mi anárquica catarsis sea el momento exacto en que las constelaciones se alinean, suceso que de más está llamarlo inoportuno si acontece en Buenos Aires.

 Las hojas y las bolsas de nylon danza al mismo compás pero de tangos distintos. El calor abrazante del barrio se siente en las noche más fría, aunque a veces me sienta extranjero en mi tierra. La angustia es una masa gris uniforme, o una mezcla viscosa e industria, espesa como la vergüenza.

 Libertad, huele a tierra mojada con una pizca de libro nuevo. Dulce y amargo como whisky a palo seco. He bebido la botella completa y aún no olvido las penas, sólo siento más áspera la garganta.

 ¡Ay, si pudiera cambiarlo todo! la triste dicha de los adictos a la soledad es pensar. Que me parta un rayo al medio si la verdad no es sentir.