Si prestas
atención
puedes
escuchar mi voz
llamando
desde el silencio,
pidiéndote
por favor,
pero nunca
de rodillas,
que dejes la
compasión,
como para ti,
como para mí,
y te
entregues al temor,
¿o piensas
que eso no es vida?
¿qué solo
existe pasión,
y segundos
de mentira?
Súmete en el
temblor,
corre a mis
brazos aunque te diga que no,
por Dios,
que yo no
tengo marcha atrás,
ya tuve mi
decisión
y no la
puedo revocar;
tan solo uno
de los dos
puede quedar
de pie
y yo ya me
levanté.
El piso
resulta frío,
los aires
son ardientes,
y sé que
sabes que miento, si digo que no quiero verte.
Pero mentira
también sería decir que tengo miedo de perderte;
porque si te
pierdo es que ya estabas perdida;
pero si
vuelves a mi lado ¿será por gracia mía?
O será por
infortunio.
Aún sí, los
cuerpos siguen calientes
¿cómo puedo
explicar lo que mi pierna siente,
al rozarte,
es como algo
que se enciende,
acaso
pulsión magnética que duerme
esperando la
chispa que la despierte
y solo como
polo diferentes
se atraen
nuestras
pieles,
se repelen
nuestras
mentes;
a ti se te
erizan los pelos
mientras
nuestras sangres hierven.
Yo siento
temor de nuevo
de que quizá
pueda romperte,
porque te
quiero,
y todo lo
que quiero lo destruyo.
Es el deseo;
en partes
fuerza creadora
en partes
fuego.
Pero es eros
lo que me
hace ver la luz aun estando ciego,
buscando
conocerte por completo sin respeto por tus miedos
ni los míos,
quietos,
muertos de
frío,
porque ya no
están en el amparo de mi fuerza vital,
excitada por
el roce,
contemplándote,
reconociéndote,
usando toda
energía para no olvidarte,
mirando las
cicatrices,
cada vello,
cada poro,
tu cabello,
y la humedad
que desprende tu vida,
respiras,
y el aire me
recorre como hormigas
desde mis
dedos
en los
cuales se meten por dentro;
ahí es
cuando más me concentro
y siento
lo efímero
de todo esto,
y recuerdo
el dolor que
llevo adentro,
pero quiero
asimilarte,
quedarme
con el aroma
que se
desprende de tu carne
y nada más
de ella,
sin nada
para igualarle;
son cosas
incomparables:
son besos
con las estrellas
que se
estrellan incuestionables;
pero dando
todo lo mío
para
que cada
segundo de tacto se quede conmigo,
eterno,
sin saber
cuándo será la próxima vez,
si es que la
habrá,
de poder
volver a hacerlo.
Luego
miradas tristes,
conscientes
de que perdieron,
se miran y
se evitan,
es que se
tienen miedo,
me bajo del
colectivo,
con el amor
en la garganta
pidiendo
salir a gritos
y los
encierro en la mazmorra
y cuando te
vas vomito
porque ahora
estoy a solas
a solas,
solo, solito.
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