lunes, 13 de febrero de 2017

Despedida

Si prestas atención
puedes escuchar mi voz
llamando desde el silencio,
pidiéndote por favor,
pero nunca de rodillas,
que dejes la compasión,
como para ti,
como para mí,
y te entregues al temor,
¿o piensas que eso no es vida?
¿qué solo existe pasión,
y segundos de mentira?

Súmete en el temblor,
corre a mis brazos aunque te diga que no,
por Dios,
que yo no tengo marcha atrás,
ya tuve mi decisión
y no la puedo revocar;
tan solo uno de los dos
puede quedar de pie
y yo ya me levanté.
El piso resulta frío,
los aires son ardientes,
y sé que sabes que miento, si digo que no quiero verte.
Pero mentira también sería decir que tengo miedo de perderte;
porque si te pierdo es que ya estabas perdida;
pero si vuelves a mi lado ¿será por gracia mía?
O será por infortunio.

Aún sí, los cuerpos siguen calientes
¿cómo puedo explicar lo que mi pierna siente,
al rozarte,
es como algo que se enciende,
acaso pulsión magnética que duerme
esperando la chispa que la despierte
y solo como polo diferentes
se atraen
nuestras pieles,
se repelen
nuestras mentes;
a ti se te erizan los pelos
mientras nuestras sangres hierven.
Yo siento temor de nuevo
de que quizá pueda romperte,
porque te quiero,
y todo lo que quiero lo destruyo.
Es el deseo;
en partes fuerza creadora
en partes fuego.

Pero es eros
lo que me hace ver la luz aun estando ciego,
buscando conocerte por completo sin respeto por tus miedos
ni los míos,
quietos,
muertos de frío,
porque ya no están en el amparo de mi fuerza vital,
excitada por el roce,
contemplándote,
reconociéndote,
usando toda energía para no olvidarte,
mirando las cicatrices,
cada vello,
cada poro,
tu cabello,
y la humedad que desprende tu vida,
respiras,
y el aire me recorre como hormigas
desde mis dedos
en los cuales se meten por dentro;
ahí es cuando más me concentro
y siento
lo efímero de todo esto,
y recuerdo
el dolor que llevo adentro,
pero quiero asimilarte,
quedarme
con el aroma
que se desprende de tu carne
y nada más de ella,
sin nada para igualarle;
son cosas incomparables:
son besos con las estrellas
que se estrellan incuestionables;
pero dando todo lo mío
para
que cada segundo de tacto se quede conmigo,
eterno,
sin saber cuándo será la próxima vez,
si es que la habrá,
de poder volver a hacerlo.

Luego miradas tristes,
conscientes de que perdieron,
se miran y se evitan,
es que se tienen miedo,
me bajo del colectivo,
con el amor en la garganta
pidiendo salir a gritos
y los encierro en la mazmorra
y cuando te vas vomito
porque ahora estoy a solas

a solas, solo, solito.

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