lunes, 8 de octubre de 2012

La torre y la princesa

Imponente y maciza, con dureza asomaba su filosa punta entre el lúgubre panorama, vacío y desolador.

Solitaria y triste, similar al amor de los hombres abandonados por Afrodita, aterraba los corazones de hombres y mujeres. Pero algo había que les susurraba, que los atraía, como si fuese un dulce aroma.

Miles de peregrinos viajaban hasta aquí, con un mismo fin, un mismo desvelo.


Se hablaba de una larga, brillosa y cautivante cabellera. Unos profundos ojos, con mil y una historias para contar, para guardar, para inventar. Elegancia y simpleza al caminar, cautivando y transformado el mundo que quedaba tras ella.

Pero algo más interesante era lo que los llamaba…

A los ojos del corazón, esta dulce señora iluminaba vidas perdidas, alejadas del camino, del amor, de la verdad, la bondad. Pero a los ojos de la mente, del cerebro, esta princesa quedaba incorpórea, negándose a cautivar a estas personas.

Las almas sin rumbo se reunían en el mismo lugar, dispuestas a conocer el veredicto de este ser casi fantástico.

Cuentan las lenguas, indiferentemente de ser buenas o malas, que esta visita cambiaba el paradigma. Cómo en un ciclo interminable, los racionales conocieron el corazón, y los románticos enfrentaron a la razón.

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