lunes, 6 de febrero de 2017

Desnudez

No comprendo el valor de cada lágrima,
ni siquiera la tinta de cada página.
No entiendo el por qué busco porqués.
No puedo mirar a la culpa a los ojos y decirle que se vaya.

Me asusta imaginarme libre.
Me pregunto si marginarme sirve.
No tengo ni una sola respuesta a las más de miles
de preguntas que me asfixian desde abril de 2001.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco…
el reloj inexorable.
Noches de soledad camuflada de falsa compañía.
¿Cómo esperan que no me ría?

Rara vez percibí la perdición con la misma intensidad que en estos extraños días.
¿Alguna vez te sentiste preso de tu individualidad?
¿Preso de una fiera que devora toda esperanza de salvación?
¿Por qué no se calla esa voz que me dice que todo es mentira?

Recuerdo haber perdido la fe, pero no cuándo.
Hay capítulos aislados que pretenden responderme.
Acaso fuera el día que murió mi padre.
Acaso fuera el día que, no satisfecha, el paso de la muerte volvió a hacer temblar el universo.
Acaso fuera la primera traición.
Acaso fuera la primera lágrima vana.
Acaso fuera la primera travesía fuera de mi realidad. Esa maldición…

En ese momento experimenté Dios y horror cósmico;
La paradoja de ser y no estar.                                                 

A veces, la vida es tanta, que no la puedo soportar,
necesito escapar,
necesito irme,
necesito destruirme.

Me asesino constantemente en cada sorbo, cada humo, cada acción que no nace de mí,
lo sé, y me desprecio por ello.
¿Por qué no puedo cambiar?
Hay una persiana que se abrió y me obligo a ver afuera y ahora no puedo salir.
Tiene que haber una puerta, la misma por la que entré.

Rasguño las paredes.
Grito hacia adentro.
Sonrío.

Cada momento de luz es un desafío;
me asusta volver a caer.
Cada momento de oscuridad es agua;
nado,
me alimento,
me siento adormilado,
es el vientre materno,
¡no me saquen de acá!

No quiero su piedad,
no quiero su lástima,
no quiero su compasión,
quiero
tu
libertad.

Dame lo que pido o déjate morir.
Lo siento, soy así, no existe una explicación.
Al nacer me quitaron la corona que me corresponde,
pero mi voluntad es;
obedece.

¿Por qué no me escuchas?
¿No ves que estoy en silencio?
¿Por qué no vienes hacia aquí?
¿Acaso no me quieres?

¿Ahora lo ven?
Ese es el monstruo que está en mí.
Ese es el monstruo que soy yo,
ese mismo,
el que quieren esconder,
pero le dieron de comer lo suficiente;

aún no puedo romper el cascarón.

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