Caminando Buenos
Aires con el cielo azul encadenado,
condenado a enajenarse y a pensarse perdonado, razonando ser el deseo y
deseando que la razón abandone su orgullo y vaya hacia la conciencia,
obligándola a enfrentar la naturaleza, mujeres que se esquivan y se hablan en
dadivas siendo altivas. Los humanos caminamos como hormigas, y nos relacionamos
entre nosotros como los árboles, con
timidez entre sus ramas, pero las raíces son las mismas, estamos juntos, somos uno, el amor es
cosmos, el cosmos el polvo y alejamos a la verdad por más que esté inscrita y
escrita en los corazones, tan cerca, pero tan lejos, dando vueltas en círculos
ridículos deteniéndonos en puntos, avasallantes, buscando avallasarse, gritando
en el silencio “¡ah! vayan a amarse” aunque amando los resultados no sonríen la
Providencia.
Amándolos, termino
por amar dolor. Amarnos como amantes, aunque verlos desde arriba es amar a dos
mareados. Pretender amar cada amalgama solo si amar sana. Si no, “sí” y “no”.
Unidad es dualidad como sucesión de aquellos puntos, que infinito mediante
hacen esa línea, que mitad de mitad con mitad mediante, y sucesivamente, me da
el Círculo. Me da no.
Soñando médanos
enmudecido carente de mudas; lo mismo me da nada que nidos, nudos que nodos,
nada que no ir, huir que quedar. ¡¿Y qué más da?! Si la totalidad está quemada.
¿Qué es más?
Es más…
¿Qué es qué?
Enloqueste en lo que
estés, que éste estar burlesque es quemarse y verse arder, el ser se cercena en
seres y cenas, deberes y penas, mujeres y nenas, poderes y venas, pero sólo ven
a mí, oigamos Bellamy, o a un serafín o a un ser afín con el fin de lo
enloquecer al fin o perecer de mil pareceres que tras mil amaneceres y mil y un
anocheceres deben parecerte menesteres porque me negás, ese gas némesis… ¿qué
sentís? ¿a dónde vas? ¿cómo pensás cuando no pensás? Pensar azar, asar pensar,
matar al zar, alzar al ser.
Cocido sabe mejor,
conocido sabe peor; reconocidos nos fuimos al fondo y desconocidos fuimos todo
menos nosotros.
Los otros, los pocos
locos no rotos devotos a sí mismos, atravesando el mundo como flechas
dirigiendo a sí, y así yendo a todos lados, todas partes, al mismo tiempo: aquí
y ahora, aceptando, agrietando al uróboros que ya no tiene hambre y extraña
observar su cola, su sueño es ser Quetzatcoatl, matar con su veneno y cumplir
con su destino, romper el cáscaron y responderle a Abraxas, abrazar las llamas
ya, llamar a las brasas.
Somatizándonos, o matizándonos.